“No sabemos cómo las cosas son. Sólo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos.”
Rafael Echeverría “Ontología del lenguaje”
Hacer de la comunicación una conexión fue todo un reto para los protagonista de la película No chilles que no te veo de 1989. A mi me hizo reir a carcajadas, lástima que en nuestro día a día no nos tomemos así las cosas y nos riamos de los malos entendidos y es que, si lo pensamos bien, lo raro, raro es que nos entendamos con la cantidad de sesgos que aparecen en juego cuando nos comunicamos.
¿Cuántas veces comunicas algo y sientes que los demás lo interpretan en forma muy diferente a lo que esperabas?
¿Cuántos conflictos personales se generan a partir de un malentendido?
Vivimos en el lenguaje y éste no es inocente. Cada palabra elegida, cada tono elegido, cada silencio en nuestra conversación tiene un significado, para ti y para la persona que lo está recibiendo.
El lenguaje es clave para comprender los fenómenos que giran a tu alrededor y cómo tú los interpretas.
La realidad no es lo que parece y el leguaje es parte fundamental del ser humano en cuanto a la comunicación. El leguaje genera acción y con él interpretamos nuestro mundo y con ello a nosotros mismos.
Un pequeño cambio en nuestro lenguaje es suficiente para cambiar el mundo a mejor y también a peor, es suficiente para obtener lo mejor y lo peor de nosotros mismos y de quienes nos rodean.
¿Qué tener en cuenta a la hora de comunicarnos?
Buscar el tiempo y el espacio idoneos para hablar. El contexto y entorno que elegimos para comunicar es tremendamente importante. Si queremos expresar algo que es muy importante para nosotros, no podemos elegir un entorno ruidoso o molesto, de manera que nuestro interlocutor no entienda, tengamos que repetir o confunda nuestras palabras.
Abordar los asuntos por separado. Si lanzamos varios temas a la vez, inconexos entre si confundiremos al interlocutor, nuestro mensaje no llegará y en su lugar aparecerá la frustración.
Evitar ser repetitivo. Cuando reiteramos nuestro mensaje dando demasiadas explicaciones, una y otra vez, repitiendo una idea una y otra vez, nuestro interlocutor puede sentirse menospreciado, como si pensáramos que no es capaz de entenderlo a la primera.
Al neto, neto. Dejemos a un lado las ambigüedades y generalizaciones y digamos exactamente lo que queremos. Si nos expresamos sin rodeos, el efecto será mucho mejor.
Pon atención a tu comunicación no verbal. Las palabras que salen de tu boca no lo es todo. Tus gestos, el tono y volumen de tu voz tienen que ir en concordancia con lo que estás diciendo.
No hables en términos absolutos. Si tienes conflictos con una persona por algo que hace que a ti no te gusta, no utilices el término “Es que siempre haces lo mismo” o “Siempre es igual”. Esto hace que tu interlocutor se pueda sentir agredido y se ponga a la defensiva.
Pide a tu interlocutor que te diga lo que ha entendido. Este último punto es tremendamente importante y es algo que no solemos hacer. Damos por hecho que nuestro mensaje ha llegado y a veces lo ruidos del entorno o los ruidos mentales del propio interlocutor, sus juicios, no permiten que el mensaje llegue como deseamos. Pide, cuando hayas terminado, que te cuente qué ha entendido de lo que le has comunicado. Chequea que efectivamente tu idea ha llegado como deseabas.
En conclusión, comunicarse es un arte y bien vale la pena esforzarse para sentirnos entendidos y comprendidos. Para entender y comprender al otro.
Identidad Profesional by Cristina Recuero
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