La escucha activa, para humanos que hablan(mos) demasiado


“Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar.”

 

Esta frase de Ernest Hemingway, el célebre novelista estadounidense, resume una realidad que muchos de nosotros olvidamos en el día a día: para escuchar, necesitamos callar. Sin embargo, como bien sabemos, quedarse en silencio no basta para entrenar una verdadera escucha activa. Requiere, además, una presencia total y un compromiso genuino en cada conversación.

 

Busca “soft skills” en Google y verás que la escucha aparece encabezando la lista de las habilidades más demandadas en los líderes de hoy. Es también una de las competencias más valoradas por empresas y organizaciones, y con razón. Sin la habilidad de escuchar activamente, resulta prácticamente imposible cultivar otras competencias cruciales, como la empatía, el trabajo en equipo, la colaboración y la comunicación efectiva, entre muchas otras.

 

Es una pena que en los colegios no nos hayan enseñado a escuchar con la misma dedicación que nos enseñaron a hablar y escribir. No se trata solo de oír palabras, sino de escuchar de verdad: con paciencia, con presencia y sin juicio. Escuchar estando plenamente en el momento, en lugar de huir mentalmente en busca de respuestas, argumentos o distracciones.

 

Hoy quiero dedicar esta publicación a esta #SoftSkill esencial y compartir lo que considero los componentes de una escucha activa que, cuando la recibimos, nos hace sentir importantes para la otra persona e incluso para nosotros mismos. A través de ella, también podemos hacer que los demás se sientan escuchados y valorados. Para mí, entrenar la habilidad de la escucha activa requiere desarrollar tres elementos clave:

 

1. Presencia y Atención

La escucha activa comienza con nuestra presencia. Estar en cuerpo y alma, con todo nuestro ser enfocado en la otra persona. La presencia se expresa no solo en el silencio, sino en nuestra postura, en la apertura hacia el otro y en la eliminación de barreras físicas que puedan interferir en la conexión.

 

Junto a la presencia está la atención. Esto no significa solo escuchar las palabras, sino también notar los gestos, las expresiones y los silencios. Observa cómo se mueve la otra persona, cómo dirige su mirada, cómo posiciona su cuerpo. Presta atención no solo a lo que dice, sino a lo que transmite de forma no verbal. Permítete sentir lo que esa persona podría estar experimentando en ese momento.

 

La atención plena solo es posible si estamos realmente presentes. Si no, la información se nos escapará como arena entre los dedos.

 

2. Hacer Preguntas e Indagar

Una buena escucha implica preguntar y explorar. Evita llenar los vacíos con tus propias ideas o suposiciones. Preguntas abiertas, como “¿Cómo te sientes al respecto?”, “¿Para qué crees que sucedió?” o “¿Qué otra opción podría haber?” invitan a la otra persona a profundizar en su experiencia. Indaga no solo en los hechos que te cuenta, sino en cómo esos hechos le hicieron sentir.

 

Al preguntar, damos espacio a que la otra persona reflexione y descubra, sin que nosotros proyectemos nuestras propias interpretaciones.

 

3. Resumir y Confirmar

 Tras escuchar con presencia, atención y haciendo preguntas adecuadas, llega el momento de resumir y confirmar lo que hemos entendido. Esto es algo que solemos pasar por alto; muchas veces, asumimos que hemos entendido sin verificar. Resumir y devolver a la otra persona lo que creemos haber comprendido permite aclarar y evitar malentendidos. Si incorporamos este paso en nuestras conversaciones, nos ahorraríamos muchos malentendidos y frustraciones.

 

La habilidad reina: ausencia de juicio

 

Estas tres habilidades (presencia, indagación y confirmación) deben estar siempre acompañadas de la que considero la habilidad reina de hoy en día: la ausencia de juicio. Podemos estar presentes, prestar atención, hacer preguntas y confirmar lo que hemos escuchado, pero si no desconectamos al juez interno, no lograremos empatizar realmente con la experiencia de la otra persona.

 

Para concluir, quiero compartir una frase de Marshall Rosenberg, autor de Comunicación no violenta: “La empatía reside en la habilidad de estar presente sin opinión.”

 

En un mundo donde todos buscamos ser escuchados, la escucha activa es un regalo que podemos ofrecer a los demás, y que ellos, a su vez, nos devuelven. Es una de las pocas habilidades que, cuanto más la practicamos, más rica y significativa se vuelve para todos.

 

Identidad Profesional by Cristina Recuero

 

 

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